Geriatrización: La construcción social de la vejez con dependencia
Mgter. Paula Mara Danel
UNLP – Facultad de Trabajo Social - Comisión Universitaria sobre
Discapacidad
Construcción de los límites
Leach entiende por límite a “las interrupciones artificiales de lo que es continuo por naturaleza, y de que la ambigüedad, que está implícita en el límite como tal, es una fuente de ansiedad, se aplica tanto al tiempo como al espacio.” Y en este punto podríamos pensar en la ansiedad que se transita cuándo una persona mayor empieza a perder “funcionalidad” y requiere sistemas de apoyo, el límite temido pareciera ser el umbral, el ingreso a la residencia.
“El cruce de fronteras y umbrales siempre se rodea de ritual; también, por lo tanto, el cambio de un estatus social a otro.” Lo podemos ver claramente con el retiro laboral en tanto ratificación de ingreso en la vejez. Por otro lado, con la puesta en evidencia de la necesidad de un sistema de apoyo permanente se ingresa a este espacio social difuso como pareciera ser transitar la vejez con dependencia. Y por último señalamos que recorrer el umbral de la institución geriátrica pareciera ser el límite que demarca el inicio de la muerte.
Retomamos el aporte de Ceriani Cernadas
quien plantea que “es común que el enfermo moribundo lleve ya un tiempo
considerablemente internado lo cual lleva a descomponer o fragmentar la muerte
en una serie de pequeñas etapas, donde finalmente no sabemos cuál es la muerte
de verdad (….) Son todas estas “muertecillas silenciosas”, según la expresión
de Aries, las que fueron desplazando y enmascarando la gran acción dramática de
la muerte” Creería que, a grandes rasgos, estamos dando cuenta de nuevos
límites a la hora de construir las diferencias entre generaciones adultas.
Y aquí podemos preguntarnos ¿será acaso
que la discriminación por edad se corre hacia los viejos – viejos? ¿Socialmente
nos hemos dejado interpelar por estos mayores que se organizan en centros de
jubilados, bailan, se enamoran, se pelean? Esto pareciera ser que comienza a
ser el inicio de ciertas rupturas con las prácticas condenatorias a sumar años
en el haber.
Entonces podríamos registrar que los
marcadores de la vejez van a ser por un lado los prejuicios y mitos habituales,
aquello que Salvarezza denomina “viejismo”. Por otro, estas nuevas experiencias
han ameritado la construcción de nuevas significaciones. El proceso de
construcción de significados es complejo, contradictorio y fuertemente marcado
por relaciones de poder. Pugnan distintos agentes sociales (individuos e
instituciones) en pos de instalar una forma particular de nombrar, y tratar a
la vejez. Al mismo tiempo afirmamos que la construcción de la vejez dependiente
estaría habilitando el tratamiento de los adultos mayores como objetos de
cuidado y protección. Esto de igual forma no es un proceso permanente, sino
sujeto a modificaciones.
Uno de los marcadores de la vejez
dependiente, carente de autonomía, se expresa en el uso y administración del
dinero. Aquí aparece un desplazamiento del adulto responsable, ya no lo es la
persona mayor sino su hijo/a, o familiar “a cargo”. Se produce un proceso de
infantilización. En este proceso se construye al otro mayor como niño, como
“incapaz”.
Eduardo Menéndez nos plantea que el
proceso en el que se infantiliza, al otro, se lo cosifica se le quita la
categoría de persona es racismo. “el racismo debe ser referido a las formas de
relaciones sociales y culturales que implican
negación, discriminación, subordinación, compulsión y explotación de los otros
en nombre de pretendidas posibilidades y disponibilidades, ya sean biológicas,
sociales o culturales”
Pues entonces surge un nuevo
interrogante ¿cuándo se pierde la autonomía? ¿Cuándo no poseo capacidad o
cuándo un “otro” me dice que ya no soy apto para determinadas decisiones?
Podríamos evocar varios ejemplos: la ocupación de las viviendas de los mayores,
la venta de sus propiedades sin dar cuenta del uso posterior del dinero, la
oposición ante relaciones amorosas de padres o madres mayores, etc.
Adultos mayores que viven en Residencias para Adultos Mayores (RAM)
La construcción de la población que reside en instituciones de larga estadía
está arraigada fuertemente en una óptica asilar. Surgiendo la construcción del
viejo como objeto de cuidado. Entonces, decimos que la respuesta asilar parecería
configurarse en una constante frente a la población envejecida, sumado a la
tendencia de mercantilización estipula un escenario propicio para el desarrollo
de este tipo de respuestas sociales.
Es necesario dar cuenta del origen de
este tipo de instituciones, historizar su construcción. Y aquí trazamos una
línea de continuidad entre los asilos de los siglos XVIII y XIX que ocultaban a
aquella población desvinculada del mercado de trabajo (locos, niños huérfanos,
personas con discapacidad, viejos). Con rupturas y resemantizaciones mediante
podemos afirmar que las actuales residencias para adultos mayores se configuran
en continuidad de los viejos asilos, con una génesis violenta.
A partir del trabajo de campo
desarrollado podemos afirmar que la población que reside en las instituciones
geriátricas presenta algún grado de dependencia. Pero ¿qué es la dependencia?
De acuerdo a las producciones del IMSERSO se define como “un estado en el que
se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta o la pérdida de
autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o
ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida diaria y,
de modo particular, los referentes al cuidado personal”.
Y recuperando lo que sustenta la CIF
"Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de
la Salud, elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la
dependencia puede entenderse como el resultado de un proceso que se inicia con
la aparición de un déficit en el funcionamiento corporal como consecuencia de
una enfermedad o accidente. Este déficit comporta una limitación en la
actividad. Cuando esta limitación no puede compensarse mediante la adaptación
del entorno, provoca una restricción en la participación que se concreta en la
dependencia de la ayuda de otras personas para realizar las actividades de la
vida cotidiana.
Es decir, que la discapacidad no es
sinónimo de dependencia. Y que la discapacidad puede ser “compensada” con los
sistemas de apoyo acorde y necesario.
La persona mayor institucionalizada es
aquella que se ubica en la “vejez frágil” ¿por qué? Hemos observado que desde
el ingreso a la residencia las personas mayores comienzan a abandonar
funciones, dejan de ir al baño solas, dejan de vestirse solas o de elegir su
ropa, dejan de caminar o lo hacen con menor frecuencia, comienzan a usar
pañales.
¿Podríamos decir que la
institucionalización genera en la persona un deterioro vertiginoso? ¿O estamos
frente a los efectos de las prácticas institucionales? Nos interrogamos si el
acceso a la residencia se efectúa porque aumenta la dependencia o si el ingreso
a la residencia produce dependencia. Y preguntamos ¿Qué son
las prestaciones de los geriátricos en la actualidad?
Podemos afirmar que son una Construcción
Social en la que la institución como parte de su cultura establece para sí la
responsabilidad de la administración de la vida y de la muerte, la generación
de vínculos con un fin compensatorio y la construcción de una biología
particular de la persona mayor institucionalizada.
Encontramos cierta regularidad en la
disposición de los cuerpos en las instituciones, en los movimientos acotados
que presentaban los mayores y en el silencio. No es extraño ingresar a un hogar
y ver a personas sentadas alrededor de una mesa sin hablarse durante horas.
Tampoco nos asombra que una persona esté sentada en el mismo sitio desde las 8
de la mañana hasta las 13, hora en que la llevan a dormir la siesta y vuelva al
mismo sitio por 5 horas más. A los agentes sociales que trabajan en las
instituciones no les sorprende que una persona que ingresó caminando a los
pocos meses ya no lo haga, que pierda el control de esfínteres.
Pareciera que es natural que los cuerpos
que habitan los geriátricos sean poco flexibles, que requieran de otro para el
desarrollo de las actividades de la vida diaria y que hablen poco. El deterioro
es innegable durante la vejez avanzada, pero existen prácticas que pueden
retardar la aparición de la dependencia.
“Una persona que se aburre experimenta como
un vacío interior y una tristeza sin objeto concreto que describe a menudo
manifestando que “el tiempo no pasa aprisa” o que “los días son largos”.
Estas expresiones populares son exactas;
expresan bien lo que es en realidad el tedio como experiencia vivida. El tedio,
el fastidio, es un sentimiento que resulta de una alteración de nuestra
relación subjetiva con el tiempo.
El tedio puede definirse como un sentimiento de reducción del movimiento del
tiempo. En el límite, está la muerte que se percibe como la absoluta detención
del movimiento del tiempo.”
De los discursos recogidos vinculados a
la poca movilidad de “los cuerpos” pudimos observar que están cargados de
argumentos vinculados al cuidado y al temor de las caídas. Pues entonces la
práctica habitual es la de “sujetar”, “contener”, es decir atar a la persona a
la silla, a la cama. Esta contención varias veces no es supervisada por ningún
profesional, es más la decisión no fue tomada con un criterio “técnico”,
“científico”.
El residente es situado, como ya hemos
planteado, como objeto de protección, cuidado, heteronomía y rentabilidad.
¿Por qué mirar las prestaciones de los
geriátricos si estamos buscando la comprensión de la construcción de los
sujetos sociales que portan años y dependencia? Aquí tomamos el aporte de Bazo
quien refiere que “La imagen de la residencia de tercera edad viene a resultar
la imagen especular de las personas que residen allí.”
Todo indica que las prácticas de los
geriátricos no son azarosas, pareciera que se busca orientar al viejo para que
ocupe una posición de pasividad, de inmovilidad ¿ligadas a lo inerte? Trayectorias singulares y construcciones
sociales en el uso de los espacios.
El hogar, la casa propia, el espacio físico en el que transitamos nuestra vida cotidiana, durante mucho tiempo es el que nos proporciona abrigo y protección configurándose en una expresión de independencia. Cuando se envejece continuar ocupando el mismo espacio sin lugar a dudas será expresión de esa independencia.
Para que esto suceda es necesario un
sistema de apoyo y/o sostén adecuado a los requerimientos de las personas
mayores; cuando estos fallan, o no son suficientes se produce la internación
geriátrica. Esta es identificada por algunos autores como muerte social “Frente
a la destrucción física propuesta por la muerte biológica la muerte social
responde con el anonimato, impersonal, la cosificación y la supresión del papel
social por degradación...”
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